ALETEIA

viernes, 30 de diciembre de 2011

La Sagrada Familia en el arte. Francisco de Goya y Luciante. Con texto del padre José Kentenich



Sagrada Familia
 
Autor:Francisco de Goya y Lucientes 
 
Fecha:1775-80 
 
Museo:Museo del Prado 
 
Características:203 X 148 cm. 
 
Material:Oleo sobre lienzo 
 
Estilo:
La Sagrada Familia es una de las obras juveniles de Goya en la que más se aprecia el estilo neoclásico, imperante en la época, dictado por Mengs yFrancisco Bayeu. Realizada en Madrid entre 1775 y 1780, denota el deseo del autor por agradar al público de la corte.La Virgen María con el Niño en brazos, San Juanito y San José son los protagonistas de ésta escena, en la que destaca la iluminación, al emplear un potente foco de luz que deja el fondo en penumbra y resalta las figuras, siendo éste lenguaje típico delTenebrismo. Los rostros están bastante idealizados, siendo especialmente bello el de María. San José sería una figura algo más naturalista, quedando en semipenumbra como ocurre en algunas obras desde el Renacimiento. El dibujo empleado por Goya es perfecto, destacando los pliegues del manto de la Virgen. El colorido, algo monótono y oscuro, estaría en consonancia con los dictados académicos del momento.El Museo del Prado adquirió la obra en 1877 por 8.000 pesetas, respetable cantidad si pensamos que los salarios no eran superiores a 3 pesetas.


EN LA VENTUROSA UNIÓN FAMILIAR,SUSCITA UNA SANTIDAD COTIDIANA
Padre José Kentenich


Tu Santuario es nuestro Nazaret
donde el Sol de Cristo irradia su calor

Con su luz clara y transparente
da forma a la historia
de la Sagrada Familia;
y, en la venturosa unión familiar,
suscita una santidad cotidiana
fuerte y silenciosa.

Para bendición de tiempos desarraigados,
en este Nazaret
Dios trae la Salvación a las familias;
allí donde los hombres se consagran a Schoenstatt,
el quiere regalar con clemencia
santidad de la vida diaria.
(Hacia el Padre nro 191 y 193)

sábado, 24 de diciembre de 2011

ADESTE FIDELIS ,VENID FIELES TODOS




LatínTraducción
Adéste fidéles laeti triumphántes(Venid fieles todos, alegres y triunfantes)
Veníte, veníte in Béthlehem(Venid, venid a Belén)
Natum vidéte, Regem angelórum(Contemplad al nacido, Rey de los ángeles)
Veníte adorémus, veníte adorémus(Venid y adoremos, venid y adoremos)
Veníte adorémus Dóminum.(Venid y adoremos al Señor).
En grege relícto, húmiles ad cunas,
Vocáti pastóres adpróperant;
(Ved cómo, dejando el rebaño, humildemente hacia la cuna
rápidamente se acercan los pastores al ser llamados,)
Et nos ovánti gradu festinémus.(Y nosotros apresurémonos con paso alegre.)
Veníte adorémus, veníte adorémus(Venid y adoremos, venid y adoremos)
Veníte adorémus Dóminum.(Venid y adoremos al Señor.)
Aeterni Parentis splendorem aeternum,(El esplendor eterno del Padre Eterno)
Velatum sub carne videbimus(Lo veremos oculto bajo la carne)
Deum Infantem, pannis involutum.(Al Dios Niño envuelto en pañales)
Veníte adorémus, veníte adorémus(Venid y adoremos, venid y adoremos)
Veníte adorémus Dóminum.(Venid y adoremos al Señor.)
Pro nobis egenum et foeno cubantem,(Por nosotros pobre y acostado en la paja)
Piis foveamus amplexibus:(Démosle calor con nuestros cariñosos abrazos)
Sic nos amantem quis non redamaret?(A quien así nos ama ¿quién no le amará?)
Venite adoremus, venite adoremus(Venid y adoremos, venid y adoremos)
Venite adoremus Dominum.(Venid y adoremos al Señor.)

La Calenda o anuncio festivo de la Navidad,



La Calenda o anuncio festivo de la Navidad, rito heredado de la an­tigua liturgia romana

Texto de la Calenda

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo;
escuchadla con corazón gozoso:
Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
y, asignándoles un progreso continuo a través de los tiempos,
quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes
y pájaros que volaran sobre la tierra.
Miles y miles de años,
desde el momento en que
Dios quiso que apareciera en la tierra el hombre,
hecho a su imagen y semejanza,
para que dominara las maravillas del mundo
y, al contemplar la grandeza de la creación,
alabara en todo momento al Creador.
Miles y miles de años,
durante los cuales los pensamientos del hombre,
inclinados siempre al mal,
llenaron el mundo de pecado hasta tal punto
que Dios decidió purificarlo,
con las aguas torrenciales del diluvio.
Hacía unos 2.00_ años que Abraham, el padre de nuestra fe, obediente a la voz de Dios, se dirigió hacia una tierra desconocida para dar origen al pueblo elegido.
Hacía unos 1.250 años que Moisés
hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo
a los hijos de Abraham,
para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón, fuera imagen de la familia de los bautizados.
Hacía unos 1.000 años que David, un sencillo pastor 
que guardaba los rebaños de su padre Jesé,
fue ungido por el profeta Samuel,
como el gran rey de Israel.
Hacía unos 700 años que Israel,
que había reincidido continuamente en las infidelidades de sus padres y por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba, fue deportado por los caldeos a Babilonia; fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro, cuando aprendió a esperar un Salvador
que lo librara de su esclavitud y a desear aquel Mesías
que tos profetas le habían anunciado
y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia,
de amor y de libertad.
Finalmente, durante la olimpiada 94,
el año 752 de la fundación de Roma,
el año 14 del reinado del emperador Augusto,
cuando en el mundo entero reinaba una Paz universal,
hace  1991 años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada,
de María virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús,Dios eterno, Hijo del Eterno Padre,y hombre verdadero,llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que los hombres esperaban.
El es la Palabra que ilumina a todo hombre,
por él fueron creadas al principio todas las cosas;
él, que es el camino, la verdad y la vida,
ha acampado, pues, entre nosotros.
Nosotros, los que creemos en él,
nos hemos reunido hoy (en esta noche santa),
o mejor dicho, Dios nos ha reunido,
para celebrar con alegría
la solemnidad de Navidad,
y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del mundo.
Hermanos, alegraos,
haced fiesta y celebrad la mejor noticia
de toda la historia de la humanidad.


El nacimiento del Mesias en el arte 5 Duccio



Homilía: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Mensaje de Navidad "Urbi et Orbi" (25-XII-1981)


---El misterio de la Encarnación
---El mundo contra el hombre
---Dios está con nosotros



El misterio de la Encarnación
Os ruego hermanos y hermanas, habitantes de la urbe y orbe, que meditéis hoy sobre el nacimiento, en el establo de Belén, del Hijo eternamente nacido.
¿Por qué nace de la Virgen el que es eternamente nacido del Padre, Dios de Dios, Luz de luz?
¿Por qué en la noche en que nació de María Virgen?, ¿no había sitio para ellos en el mesón?
¿Por qué los suyos no le recibieron?
¿Por qué el mundo no le ha reconocido?
El misterio de la noche de Belén dura sin interrupción. Llena la historia del mundo y se detiene en el umbral de todo corazón humano. Cada hombre, ciudadano de Belén, ha podido mirar, ayer noche, a José y a María y decir: no hay sitio, no puedo acogeros.
Y el hombre de cada época puede decir al Verbo que se ha hecho carne: no te acojo, no hay sitio.
El mundo ha sido hecho por Él, pero el mundo no lo ha recibido.
¿Por qué el día del nacimiento de Dios es día de la no acogida de Dios por parte del hombre?
Dejemos descender el misterio del nacimiento de Cristo a nivel de corazones humanos: Vino a los suyos y...
Nosotros los hombres inclinados una vez más ante el misterio de Belén, podemos únicamente pensar con dolor cuánto hemos perdido los moradores de la ciudad de David, por no haber abierto la puerta. ¡Cuánto pierde el hombre que no deja nacer en el interior de su corazón a Cristo: "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Io 1,9).
¡Cuánto pierde el hombre cuando lo encuentra y no ve en Él al Padre! En efecto Dios se ha manifestado en Cristo al hombre como el Padre.
¡Y cuánto pierde el hombre cuando no ve en Él la propia humanidad!. Pues Cristo ha venido al mundo para manifestar el hombre al propio hombre y hacerle ver su altísima vocación.
"A cuantos le recibieron dio les poder de venir a ser hijos de Dios" (Io 1,12).
En la solemnidad de la Navidad nace también un sentido deseo y una humilde plegaria: que los hombres de nuestra época acojan a Cristo; lo encuentren de nuevo y se les dé el poder, que proviene sólo de Él, porque el poder está únicamente en Él.


El mundo contra el hombre
No había lugar para ellos en el mesón.
El mundo que no acepta a Dios deja de ser hospitalario con el hombre.
¿No os conmueve la imagen de un mundo así: un mundo que está contra el hombre incluso antes de que éste consiga nacer; un mundo que en nombre de diversos intereses económicos, imperialistas, estratégicos, arroja del lugar de su trabajo a inmensas muchedumbres de hombres, les encierra en campos de concentración forzada, les priva del derecho a la patria, les condena a perecer de hambre y les hace esclavos?
Dios que se ha hecho hombre ¿podría venir al mundo de forma diversa a la que ha venido? ¿podía haber sitio para ellos en la posada? ¿no tenía que estar Él desde el comienzo con aquellos para los que no había sitio?


Dios está con nosotros
Descubramos la auténtica alegría de la Navidad.
Emmanuel: está con nosotros. Dios está con nosotros.
Aunque el mundo no le conozca, Él está con nosotros.
Aunque los suyos no le reciban, Él viene.
Aunque no haya sitio en el mesón, Él nace.
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva al hombro el principado (Isa 9,5).
¿Qué poder descansa sobre sus hombros en la noche de su nacimiento? ¿Y qué poder tendrá también en las horas del Gólgota?
Un poder único. El poder que sólo Él posee. Solamente Él tiene el poder de penetrar en el alma de cada hombre con la paz de la divina complacencia. Solamente Él tiene el poder de hacer que los hombres lleguen a ser hijos de Dios.
"Vino a los suyos y los suyos no le recibieron" (Io 1,11).
Y sin embargo Él nos recibió a todos nosotros ya desde su mismo nacimiento, y abrazó a cada uno de nosotros con el amor eterno del Padre, con el amor que salva al hombre, que rescata del pecado la conciencia humana: en Él tenemos la reconciliación y la remisión de los pecados.
DP-274 81




El nacimiento del Mesias en el arte 4 Domenico GHIRLANDAIO


Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador; alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida.
Por eso, cuando nace el Señor, los ángeles cantan jubilosos: Gloria a Dios en el cielo, y anuncian: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Pues están viendo cómo la Jerusalén celestial se construye con gentes de todo el mundo; ¿cómo, pues, no habrá de alegrarse la humildad de los hombres con tan sublime acción de la piedad divina, cuando tanto se entusiasma la sublimidad de los ángeles?
De los sermones de san León Magno, papa
Sermón 1 en la Natividad del Señor, 1-3: PI, 54, 190-193)

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El nacimiento del Mesias en el arte 3 Gentile da fabriano

La Obra más grande es la obra de María en el propio corazón
Extracto de la carta de Navidad del Padre José Kentenich


Si el milagro de la santa humildad ya se hubiese realizado en el hombre moderno, Cristo podría renacer y, entonces el hombre moderno tendría receptividad para lo divino, para lo eterno. Pero el hombre moderno ya no quiere ser humilde y el Salvador, que es un milagro, el milagro de la humildad ilimitada y que quiere renacer en todas partes, ya no encuentra albergue en el mundo. Percibimos esta realidad cuando miramos al Niño en el pesebre a la luz de la fe.
Este ser tan pequeño es el Dios Eterno; y este Dios infinito ha tornado la naturaleza en su forma más débil.
¿Qué esperamos en esta Navidad? La palabra transformadora, el milagro de la transformación de nuestro corazón en un corazón magnánimo, que tiene grandes expectativas, que anhela a Dios... Un corazon magnánimo que no sólo tiene grandes anhelos, sino que también es capaz de amar, en una época en que el hombre ya no es capaz de tomar decisiones a la luz de Dios.
La Obra más grande es la obra de María en el propio corazón... Este milagro de la Nochebue­na es lo que esperamos. Queremos que este milagro de la Nochebuena no se realice solo en nosotros, sino también en las generaciones futuras, que la Familia se haga numerosa como las arenas del mar y que exista hasta el fin de los tiempos.
Navldad 1949
Extracto tornado de predicas del Padre Jose Kentenich a las Hnas. de Maria


domingo, 18 de diciembre de 2011

VENI VENI,EMMANUEL

Veni, veni Emmanuel,
Captivum solve Israel,
Qui gemit in exilio
Privatus Dei Filio.
Gaude, gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel.

Veni, o Jesse Virgula;
Ex hostis tuos ungula,
De specu tuos tartari
Deduc et antro barathri.
Gaude, gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel.

Veni, veni, o Oriens
Solare nos adveniens;
Noctis depele nebulas
Dirasque noctis tenebras.
Gaude, gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel.

Veni clavis Davidica;
Regna reclude caelica;
Fac iter tutum superum,
Et claude vias inferum.
Gaude, gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel.

Veni, veni Adonai,
Qui populo in Sinai
Legem dedisti vertice,
In majestate gloriae.
Gaude, gaude! Emmanuel
nascetur pro te, Israel.

El nacimiento del Mesias en el arte 2. Adoración del Niño Alberto Durero


En 1496, año de esta obra, Durero acababa de llegar de Italia, donde había aprendido nuevas técnicas pictóricas y una nueva estética. Ese mismo año en Nüremberg se recibió la visita de Federico el Prudente, el poderoso príncipe elector de Sajonia. El personaje se convirtió en el mecenas de Durero, a quien encargó como primer trabajo esta obra, junto a su retrato. Durero pone de manifiesto en este cuadro de la Virgen con el Niño todo lo aprendido en Italia. En primer lugar, abandona el tradicional óleo sobre tabla que se empleaba generalmente en Alemania, para realizar la Adoración sobre lienzo, a la italiana.También en la concepción de la pintura encontramos el rastro de lo visto en Italia. Durero nos muestra una Virgen monumental, casi escultórica, con el rostro en delicado escorzo apuntado por el sombreado, muy del estilo de las obras de Mantegna. La construcción espacial de la sala es idéntica a los experimentos de perspectiva de los italianos. Los elementos alemanes, empero, emergen por todas partes: el paisajito que vemos por la ventana es el de Nüremberg, con sus tejados de afiladas vertientes. Los angelillos que coronan a la Virgen y adoran al Niño son de reducido tamaño y tipo físico nórdico. Al fondo de la sala, en una habitación secundaria, observamos a San José embebido en sus tareas de carpintero, completamente ajeno al misterio divino.


CITA:CIUDAD DEL VATICANO, domingo 11 diciembre 2011 Angelus Benedicto xvi
Los textos litúrgicos de este periodo de Adviento nos renuevan la invitación a vivir a la espera de Jesús, a no dejar de esperar su venida, de tal modo que nos mantengamos en una actitud de apertura y disponibilidad al encuentro con Él. La vigilancia del corazón,que el cristiano está llamado a ejercer siempre, en la vida de todos los días, caracteriza en concreto este tiempo en el que nos preparamos con alegría al misterio de Navidad (cfr Prefacio de Adviento II). El ambiente exterior propone los habituales mensajes de tipo comercial, aunque quizá en tono menor a causa de la crisis económica. El cristiano está invitado a vivir el Adviento sin dejarnos distraer por las luces, pero sabiendo dar el justo valor a las cosas, para fijar la mirada interior en Cristo. Si de hecho perseveramos "vigilantes en la oración y exultantes en la alabanza" (ibid.), nuestros ojos serán capaces de reconocer en Él a la verdadera luz del mundo, que viene a iluminar nuestras tinieblas.
 
La verdadera alegría no es fruto del divertirse, entendido en el sentido etimológico de la palabra di-vertere, es decir desentenderse de los empeños de la vida y de sus responsabilidades. La verdadera alegría está vinculada a algo más profundo. Cierto, en los ritmos diarios, a menudo frenéticos, es importante encontrar tiempo para el reposo, para la distensión, pero la alegría verdadera está ligada a la relación con Dios. Quien ha encontrado a Cristo en la propia vida, experimenta en el corazón una serenidad y una alegría que nadie ni ninguna situación pueden quitar. San Agustín lo había entendido muy bien; en su búsqueda de la verdad, de la paz, de la alegría, tras haber buscado en vano en múltiples cosas, concluye con la célebre frase de que el corazón del hombre está inquieto, no encuentra serenidad y paz hasta que no reposa en Dios (cfr Confesiones, I,1,1). La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se lograr con el propio esfuerzo, sino que es un don, nace del encuentro con la persona viva de Jesús, del hacerle espacio en nosotros, del acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida. Es la invitación que hace el apóstol Pablo, que dice: "El Dios de la paz os santifique por entero, y toda vuestra persona, espíritu, alma y cuerpo, se conserve irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1 Ts 5,23). En este tiempo de Adviento, reforcemos la certeza de que el Señor ha venido en medio de nosotros y continuamente renueva su presencia de consolación, de amor y de alegría. Confiamos en Él; como también afirma san Agustín, a la luz de la experiencia: el Señor es más íntimo a nosotros que nosotros mismos --interior intimo meo et superior summo meo-- (Confesiones, III,6,11).

sábado, 17 de diciembre de 2011

El nacimiento del Mesias en el arte 1. Adoracion de los Pastores Caravaggio



Caravaggio se nos aparece como un pintor magistral en las últimas obras que realizó, como esta Adoración para la iglesia de Santa María de los Ángeles, en Messina. Se la encargó el senado de la ciudad, y el artista realizó un excelente despliegue de su técnica. En el lienzo es la luz la que revela los personajes, que son modelados contra el fondo oscuro. El modo de tratar el tema es extremadamente sencillo: no hay ninguna indicación de sacralidad o presencia divina. María está sentada directamente en el suelo, para indicarnos la humildad de su condición. Un finísimo halo dorado corona su cabeza. El Niño, gordito y encantador, juguetea con el rostro de la madre. Los pastores, gente vulgar y pobremente vestida, asisten sorprendidos ante el hallazgo de la joven madre en un lugar tan pobre. En primer plano, una severa naturaleza muerta muestra un cesto con los elementos indispensables para el viaje: algunas viandas, algo de ropa y las herramientas de carpintería que presumiblemente pertenecen a San José.


Cita de Benedicto XVI:
Queridos amigos universitarios, corramos con alegría hacia Belén, acojamos en nuestros brazos al Niño que María y José nos presentarán. Volvamos a partir de Él y con Él, afrontando todas las dificultades. A cada uno de vosotros el Señor os pide que colaboréis en la construcción de la ciudad del hombre, conjugando de un modo serio y apasionado la fe y la cultura
Vísperas de Benedicto XVI con los universitarios de Roma viernes 16 de diciembre de 2011



Dios te salve ,llena de gracia,el Señor es contigo. Cuarto Domingo de Adviento

Evangelio según San Lucas 1,26-38.
En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.
El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".
Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.
Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".
María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".
El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,
porque no hay nada imposible para Dios".
María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó. 


 COMENTARIO
 San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Homilía 4 sobre «Missus est », §8-9
 
«No temas, María»
        Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librado si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida...
        No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el rey y señor del universo desea tu belleza, desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido suspender a tu respuesta la salvación del mundo. Has encontrado gracia ante de él con tu silencio; ahora él prefiere tu palabra. El mismo, desde las alturas te llama: «Levántate, amada mía, preciosa mía, ven...déjame oír tu voz» (Cant 2,13-14) Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna...
        Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.
        «Aquí está la esclava del Señor, -dice la Virgen- hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1, 38)

 
IV Domingo de Adviento – Año B




La liturgia del último Domingo del tiempo de Adviento, nos introduce plenamente en la atmósfera de Navidad. Ella nos sostiene en el reconocimiento del descendimiento del Señor, de su renovada presencia en el mundo, después de la espera en el seno virginal de María. El Dios que ha creado todas las cosas, el Señor del tiempo y de la historia, se manifiesta en la humilde gruta de Belén.

María Santísima, la Virgen del silencio y de la escucha, la Virgen de la espera está en el corazón del evangelio de hoy: por medio de Ella el Señor se manifiesta al mundo. María se hace templo vivo del Señor. Ella representa, para todos los cristianos, el insuperable modelo a seguir, para acoger en sí mismos la palabra que se hace carne, para que cada uno llegue a ser, como Ella, “morada de Dios”.

Mucho antes del nacimiento de Jesús –como narra la primera lectura- David había decidido construir un templo al Señor, pero Dios, por medio del profeta Natán, dijo que Él mismo fijaría su morada en medio de su pueblo y que le aseguraría una larga descendencia (cfr. 2 Sam. 10). Este antiguo proyecto de amor de Dios –fijar su morada en medio de nosotros- ahora es “revelado y anunciado mediante las escrituras proféticas, por mandato de Dios eterno (…) por medio de Jesucristo (Rom 16, 26-27).

Se realiza a través del misterio de la encarnación del Hijo de Dios. El extraordinario encuentro entre María y el ángel sucede en la cotidianeidad y es imagen del encuentro permanente que Dios quiere tener con el hombre, con cada hombre.

El anuncio “Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo” (Lc. 1, 28) indica cómo en la Virgen María está presente la plenitud de gracia. Por esto la Hija de Sión se alegra: ¡porque Dios la ama!

Santa María Virgen desea que cada hombre se una a su alegría, por el don de la venida del Hijo y por el anuncio que tal venida implica: un amor incondicionado, gratuito, personal, capaz de cambiar la vida, de transformarla dilatando su horizonte y haciéndole partícipe del Eterno.

El ángel le asegura: “No temas, María” (Lc. 1, 30), no temas el grandioso plan de Dios. Como la Virgen, no debemos turbarnos por los planes que Dios tiene para nuestra vida. Estamos llamados a tener confianza y a ser obedientes como Ella: “He aquí la esclava del Señor: que se haga en mí según me has dicho” (Lc. 1,38). Solamente una confianza tal hace posible que todo se realice según Dios, sin anteponer nada a su divina Voluntad y a su Amor.
Sintámonos particularmente “elegidos” y reconocidos hacia la Santísima Virgen, porque una vez más asistiremos al maravilloso acontecimiento de amor y de gracia, que se irradia en los corazones de toda la humanidad.

Como dice S. Luis M. Grignon de Monfort: “La Virgen María es la afortunada persona a la que fue dirigido este divino saludo para concluir “el negocio” más importante y grande del mundo: la encarnación del Verbo eterno, la paz entre Dios y los hombres y la redención del género humano. Gracias al saludo angélico, Dios se hace hombre, una virgen es hecha Madre de Dios, el pecado fue perdonado, la gracia nos fue dada. En definitiva, el saludo angélico es el arco iris, el signo de la clemencia y de la gracia que Dios concedió al mundo. El saludo del ángel es uno de los cánticos más bellos con los que podemos glorificar al Altísimo. Por eso repetimos este mismo saludo, para agradecer a la Santísima Trinidad por tantos e inestimables beneficios suyos. Alabamos a Dios Padre porque amó de tal manera al mundo que le dio a su Hijo para salvarlo. Bendecimos a Dios Hijo porque bajó del cielo a la tierra, se hizo hombre y nos redimió. Glorificamos a Dios Espíritu Santo, porque en el seno de la Virgen Santísima formó el cuerpo purísimo que fue la víctima por nuestros pecados” (S. Luis M. G. de Monfort, El secreto admirable del Santo Rosario, nn. 44-45).

Con estos sentimientos, vayamos sin temor a la “gruta de nuestro corazón” y en el reconocimiento, en el estupor y en el amor, esperemos con María Santísima y con San José, ahora y siempre, el nacimiento del Señor, de nuestro Salvador.