ALETEIA

martes, 14 de agosto de 2012

DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN


LA CONCEPCIÓN INMACULADA DE MARÍA


Dogma
María fue concebida sin mancha de pecado original (de fe).

El papa Pío IX proclamó el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis, que era verdad revelada por Dios y que todos los fieles tenían que creer firmemente que «la beatísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original por singular privilegio y gracia de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús,
Salvador del género humano» (Dz 1641) ; cf. la encíclica Fulgens corona (1953) de Pío xii.

Explicación del dogma :

a) Por concepción hay que entender la concepción pasiva.

El primer instante de la concepción es aquel momento en el  cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica preparada por los padres.

b) La esencia del pecado original consiste (formalmente) en la carencia culpable de la gracia santificante, debida a la caída de Adán en el pecado. María quedó preservada de esta falta de gracia, de modo que comenzó a existir adornada ya con la gracia santificante.

c) El verse libre del pecado original fue para María un don inmerecido que Dios le concedió, y una ley excepcional (privilegiusn) que sólo a ella se le concedió (singulare).

d) La causa eficiente de la concepción inmaculada de Maria fue la omnipotencia de Dios.

e) La causa meritoria de la misma son los merecimientos salvadores de Jesucristo. De aquí se sigue que también María tenía necesidad de redención y fue redimida de hecho. Por su origen natural, María, cono, todos los demás
hijos de Adán, hubiera tenido que contraer el pecado original («debitum contrahendi peccatum originale»), mas por una especial intervención de Dios fue preservada de la mancha del mismo («debuit contrahere peccatum, sed non
contraxit»). De suerte que también María fue redimida por la gracia de Cristo, aunque de manera más perfecta que todos los demás hombres. Mientras que éstos son liberados de un pecado original ya existente (redemptio reparativa), María, Madre del Salvador, fue preservada antes de que la manchase aquél (redemptio praeservativa o praeredemptio).
Por eso, el dogma de la concepción inmaculada de María no contradice en nada al dogma de la universalidad del pecado original y de la indigencia universal de redención.

f) La causa final (causa finalis proxima) de la concepción inmaculada es la maternidad divina de María : dignum Filio tuo habitaculum praeparasti (oración de la festividad).


2. Prueba de Escritura y de tradición

a) La doctrina de la concepción inmaculada de María no se encuentra explícitamente en la Sagrada Escritura. Según la interpretación de numerosos teólogos, contiénese implícitamente en las siguientes frases bíblicas:

a) Gen 3, 15 (Protoevangelio) : «Inimicitias ponam inter te et mulierem, et semen tuum et semen illius; ipsa conteret caput tuum, et tu insidiaberis calcaneo eius». Según el texto original, hay que traducir: «Voy a poner perpetua enemistad
entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya ; ésta [la simiente o linaje de la mujer] te herirá la cabeza, y tú le herirás el calcañar».

El sentido literal de este pasaje podría ser el siguiente: Entre Satanás y sus secuaces por una parte, y Eva y sus descendientes por otra, habrá siempre una incesante lucha moral. La descendencia de Eva conseguirá una completa y
definitiva victoria sobre Satanás y sus secuaces, aunque ella misma sea herida por el pecado. En la descendencia de Eva se incluye al Mesías, por cuya virtud la humanidad saldrá triunfante de Satanás. Así pues, este pasaje es indirectamente mesiánico; cf. Dz 2123. Concibiendo de, forma individual «la simiente de la mujer» y refiriendo esta expresión al Salvador (tal vez debido al autós con que la
traduce la versión de los Setenta), se llegó a ver en la «mujer» a Maria, Madre del Salvador. Esta interpretación, directamente mesiánico-mariana, es propuesta desde el siglo ii por algunos padres, como Ireneo, Epifanio, Isidoro de
Pelusio, Cipriano, el autor de la Epístola ad amicum aegrotum y León Magno. Pero la mayoría de los padres, entre ellos los grandes doctores de la Iglesia de Oriente y Occidente, no dan tal interpretación. Según ellos, María y Cristo se hallan en una enemistad total y victoriosa contra Satanás y sus partidarios. De ahí concluyó la teología de la escolástica tardía y de los tiempos modernos que la victoria de María contra Satanás no hubiera sido completa si la Virgen hubiera estado algún tiempo bajo su poder. Por tanto, María entró en el mundo sin mancha de pecado original.

La bula Ineffabilis hace mención aprobatoria de la interpretación mesiánico-mariana «de los padres y escritores eclesiásticos», pero no da ninguna interpretación auténtica del pasaje. La encíclica Fulgens corona, reclamándose a la exégesis de los santos Padres y escritores eclesiásticos, así como de los mejores exegetas, aboga por la interpretación mesiánica, que muchos teólogos consideran como el sentido pleno (sensus plenior) intentado por el Espíritu Santo, y otros como el sentido típico (Eva tipo de María) de ese pasaje.
(b) Lc 1, 28: «Dios te salve, agraciada». La expresión «agraciada» (leexocpLTWli,&v ) hace las veces de nombre propio en la alocución del ángel y tiene que expresar, por tanto, una nota característica de María. La razón más honda de que sobre María descanse de manera especial el beneplácito de Dios es su elección para la dignidad de Madre de Dios. Por consiguiente, la dotación de gracias con que Dios adornó a María por haberse complacido en ella
tiene que ser de una plenitud singular. Pero su dote de gracias únicamente será plena si es completa no sólo intensiva, sino también extensivamente, es decir, si se extiende a toda su vida, comenzando por su entrada en el
mundo.y) Lc 1, 41 : Santa Isabel, henchida del Espíritu Santo, dice a María : «Tú eres bendita (eúXoyrl. vrl) entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre». La bendición de Dios, que descansa sobre María, es considerada paralelamente a la bendición de Dios, que descansa sobre Cristo en cuanto a su humanidad. Tal paralelismo sugiere que María, igual que Cristo, estuvo libre de todo pecado desde el comienzo de su existencia.
b) Ni los padres griegos ni los latinos enseñan explícitamente la concepción inmaculada de María. Sin embargo, este dogma se contiene implícitamente en sus enseñanzas, ya que proponen dos ideas fundamentale que, desarrolladas lógicamente, llevan al dogma :
a) La idea de la perfectísima pureza y santidad de María. SAN EFRÉN dice: «Tú y tu madre sois los únicos que en todo aspecto sois perfectamente hermosos; pues en ti, Señor, no hay mancilla, ni mácula en tu Madre» (Carmina Nisib. 27). La frase de San Agustín según la cual todos los hombres debieran sentirse pecadores, «exceptuada la santa Virgen María, a la cual por el honor del Señor pongo en lugar aparte cuando hablo del pecado» («excepta sancta virgine Maria, de qua propter honorem Domini nullam prorsus, cum de peccatis agitur, haberi volo quaestionem»),hay que entenderla, de acuerdo con todo el contexto, en el
sentido de que la Virgen se vio libre de todo pecado personal.
ß) La idea tanto de la semejanza como de la antítesis entre María y Eva. María, por una parte, es semejante a Eva en su pureza e integridad antes del pecado ; por otra parte, es todo lo contrario que ella, ya que Eva fue causa de la
perdición y María causa de la salud. SAN EFRÉN enseña : «Dos inocentes, dos personas sencillas, María y Eva, eran completamente iguales. Pero, sin embargo, más tarde la una fue causa de nuestra muerte y la otra causa de nuestra
vida» (Op. syr. II 327); cf. SAN JUSTINO, Dial. 100; SAN IRENEO, Adv. haer. III 22, 4; TERTULIANO, De carne Christi 17.

3. Evolución histórica del dogma

Desde el siglo vii es notoria la existencia en el oriente griego de una festividad dedicada a la concepción de Santa Ana (Conceptio S. Annae), es decir, de la concepción pasiva de María. La festividad se difundió también por occidente, a
través de la Italia meridional, comenzando primero en Irlanda e Inglaterra bajo el título de Conceptio Beatae Virginis. Fue al principio objeto de esta fiesta la concepción activa de Santa Ana, concepción que, según refiere el Protoevangelio de Santiago, se verificó después de largo período de infecundidad, siendo anunciada por un ángel como gracia extraordinaria de Dios.
A principios del siglo xii dos monjes británicos, Eadmer, discípulo de San Anselmo de Cantorbery, y Osberto de Clare, defendieron la concepción (pasiva) inmaculada de María, es decir, su concepción libre de toda mancha de
pecado original. Eadmer fue el primero que escribió una monografía sobre esta materia. En cambio, SAN BERNARDO DE CLARAVAL, con motivo de haberse
introducido esta fiesta en Lyón (hacia el año 1140), la desaconseja como novedad infundada, enseñando que María había sido santificada después de su concepción, pero estando todavía en el seno materno (Ep. 174). Por
influjo de San Bernardo, los principales teólogos de los siglos xii y xiit (Pedro Lombardo, Alejandro de Hales, Buenaventura, Alberto Magno, Tomás de Aquino; cf. S.th. iii 27, 2) se declararon en contra de la doctrina de la Inmaculada. No hallaron el modo de armonizar la inmunidad mariana del pecado original con la universalidad de dicho pecado y con la indigencia de redención que tienen todos
los hombres.
El camino acertado para hallar la solución definitiva lo mostraron el teólogo franciscano Guillermo de Ware y, sobre todo, su gran discípulo Juan Duns Escoto (+ 1308). Este último enseña que la animación (animatio) debe preceder
sólo conceptualmente (ordo naturae) y no temporalmente (urdo temporis) a la santificación (sanctificatio). Gracias a la introducción del término praeredemptio (prerredención) consiguió armonizar la verdad de que María se viera libre de
pecado original con la necesidad que también ella tenía de redención. La preservación del pecado original es, según Escoto, la manera más perfecta de redención. Por tanto, fue conveniente que Cristo redimiese a su Madre de esta
manera. La orden franciscana se adhirió a Escoto y se puso a defender decididamente, en contra de la orden dominicana, la doctrina y la festividad de la Inmaculada Concepción de María.
El concilio de Basilea se declaró el año 1439, en su 36.a sesión (que no tiene validez ecuménica), en favor de la Inmaculada Concepción. Sixto iv (1471-1484) concedió indulgencias a esta festividad y prohibió las mutuas censuras que se hacían las dos partes contendientes ; Dz 734 s. El concilio de Trento, en su decreto sobre el pecado original, hace la significativa aclaración de que «no es su
propósito incluir en él a la bienaventurada y purísima Virgen María Madre de Dios»; Dz 792. San Pío v condenó en 1567 la proposición cíe Bayo de quc nadie, fuera de Cristo, se había visto libre del pecado original, y de que la muerte y
aflicciones de Maria habían sido castigo de pecados actuales o del pecado original ; Dz 1073. Paulo v (1616), Gregorio xv (1622) y Alejandro vLi (1661) salieron en favor de la doctrina de la Inmaculada; cf. Dz 1100. Pfo Ix, después
de consultar a todo el episcopado, la elevó el 8 de diciembre de 1854 a la categoría de dogma.

4. Prueba especulativa
La razón prueba el dogma de la Inmaculada con aquel axioma que ya sonó en labios de Eadmer: «Potuit, decuit, ergo fecit.» Este argumento no engendra, desde luego, certeza, pero sí un alto grado de probabilidad.

§ 4. MARÍA Y SU INMUNIDAD DE LA CONCUPISCENCIA
Y DE TODO PECADO PERSONAL
1. Inmunidad de la concupiscencia

María estuvo libre de todos los movimientos de laconcupiscencia (sent. común).
La inmunidad del pecado original no tiene como consecuencia necesaria la inmunidad de todas aquellas deficiencias que entraron en el mundo como secuelas del pecado. María estaba sometida, igual que Cristo, a todos los
defectos humanos universales que no encierran en sí imperfección moral. A propósito de la concupiscencia, es probable que María se viera libre de esta consecuencia del pecado original, pues los movimientos de la concupiscencia
se encaminan frecuentemente a objetos moralmente ilícitos y constituyen un impedimento para tender a la perfección moral. Es muy difícil compaginar con la pureza e inocencia sin mancha de María, que eran perfectísimas, el que ella se
viera sometida a esas inclinaciones del apetito sensitivo que se dirigen al mal.

Los merecimientos de María, igual que los merecimientos de Cristo, no quedan disminuidos en absoluto porque faltan las inclinaciones del apetito desordenado, porque tales apetitos son ocasión pero no condición indispensable para el
merecimiento. María adquirió abundantísimos merecimientos no por su lucha contra el apetito desordenado, sino gracias a su amor a Dios y otras virtudes
(fe, humildad, obediencia) ; cf. S.th. III 27, 3 ad 2.
Muchos teólogos antiguos distinguen con Santo Tomás entre la sujeción (ligatio) y la completa supresión o extinción (sublevatio, exstinctio) del forres peccati o apetito desordenado habitual. Cuando Maria quedó santificada en el
seno de su madre, quedó sujeto o ligado el forres, de suerte que estaba excluido todo movimiento desordenado de los sentidos. Cuando María concibió a Cristo, entonces quedó totalmente extinguido el forres, de suerte que las fuerzas
sensitivas se hallaban completamente sometidas al gobierno de la razón (S.th. III 27, 3). Esta distinción que hace Santo Tomás parte del supuesto equivocado de que María había sido justificada del pecado original existente ya» en ella.
Pero, como la Virgen había sido preservada de dicho pecado, es lógico admitir que desde un principio se vio libre de la concupiscencia lo mismo que se había visto Libre del pecado original.

2. Inmunidad de todo pecado actual
Por un privilegio especial de la gracia, Maria estuvo inmune
de toda pecado personal durante el tiempo de su vida (sent.
próxima a la fe).
El concilio de Trento declaró que ningún justo podía evitar durante su vida todos los pecados, aun los veniales, a no ser por un privilegio especial de Dios, como el que sostiene la Iglesia con respecto a la Madre de Dios («nisi ex speciali Dei privilegio, quemadmodum de beata Virgine tenet Ecclesia») ; Dz 833. Pío xii, en su encíclica Mystici Corporis, dice de la Virgen Madre de Dios que «estuvo libre de toda culpa propia o hereditaria» ; Dz 2291.

La impecabilidad de María la indica la Escritura en Lc 1, 28: «Dios te salve, agraciada». Es incompatible con la plenitud mariana de gracia cualquier falta moral propia.

Mientras que algunos padres griegos, como Orígenes, San Basilio, San Juan Crisóstomo y San Cirilo de Alejandría, admitieron en la Virgen la existencia de algunas pequeñas faltas personales como vanidad y deseo de estimación,
duda ante las palabras del ángel y debilidad en la fe al pie de la cruz, los padres latinos sostuvieron unánimemente la impecancia de María. SAN AGUSTÍN enseña que, por la honra del Señor, hay que excluir de la Virgen María todo
pecado personal (De natura et gratia 36, 42). San Efrén el sirio coloca a María, por su impecancia, en un mismo nivel con Cristo (véase § 3).
Según doctrina de Santo Tomás, la plenitud de gracia que María recibió en su concepción activa — según la moderna teología, la recibió ya en su concepción pasiva—, operó su confirmación en el bien y, por tanto, la impecabilidad de la
Virgen ; S.th. iii 27, 5 ad 2

LA INMACULA CONCEPCION DESDE EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


490 Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de
su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios.

491 A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María "llena de gracia" por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX:
...la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer
instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (DS 2803).

492 Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción" (LG 56), le viene toda entera de Cristo: ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo" (LG 53). El Padre la ha "bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. Él la ha elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor (Cf. Ef 1, 4).

493 Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios "la Toda Santa" ("Panagia"), la celebran como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura" (LG 56). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.

"Hágase en mí según tu palabra..."

494 Al anuncio de que ella dará a luz al "Hijo del Altísimo" sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (Cf. Lc 1, 28-37), María respondió por "la obediencia de la fe" (Rm 1, 5), segura de que "nada hay imposible para Dios": "He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la
persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención (Cf. LG 56):
Ella, en efecto, como dice S. Ireneo, "por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el
género humano". Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar "el nudo
de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe". Comparándola con Eva, llaman a María `Madre de los vivientes” y afirman con mayor frecuencia: "la muerte vino por Eva, la vida por María". (LG. 56).
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