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domingo, 18 de marzo de 2012

San josé,esposo de la virgen Maria,Solemnidad lunes 19 de marzo 2012




San José y san Miguel, guardianes del misterio de Schoenstatt
Homilía del P. Kentenich, 19 de marzo de 1952 ­- Extractos
(Tomado del libro "Abbà José, Ed. Nueva Patris)
    1.    San Miguel, guardián del misterio de María
Con frecuencia, en los últimos tiempos, suele sucederme que, cada vez que estoy en uno de nuestros Santuarios y me pongo a contemplar la estatua, la figura de san Miguel, se me viene a la mente la idea de que allí está el adalid de las batallas de Dios, teniendo en su mano algo que es espada y lanza a la vez. ¿Qué es lo que pretende? Él es el gran vigía. No sólo Guardián del Santísimo Sacramento, sino el Guardián de nuestro misterio de Schoenstatt. Mejor dicho todavía, el guardián del misterio de María. No ignoramos que este misterio ha probado ser de una fecundidad y originalidad extraordinarias y sabemos también de las múltiples amenazas que se ciernen sobre él. Me imagino que san Miguel está ahí como para decirnos que ninguna mano enemiga ha de atreverse a tocar el misterio de Schoenstatt, el misterio de María (en Schoenstatt).
El misterio de María:
¿Qué particularidades tiene este misterio? Nuestra fe lo reconoce y nuestra voz lo proclama con tanta frecuencia: Aquello que hasta ahora hemos considerado como algo evidente, aquello de que todo en el reino de Dios viene del Padre y que, tarde o temprano, ha de retornar al Padre, desde ahora lo podemos ver simbólicamente representado aquí: A Patre! ¡Viniendo del Padre! El Unigénito de Dios, saliendo del Padre, vino a este mundo! El Apocalipsis con brillo maravilloso nos presenta al Padre Dios sentado en el trono en absoluto reposo… y toda vida en el cielo y en la tierra sale de él y vuelve hacia él. Él ha entregado a su Hijo Unigénito el libro de los siete sellos. Éste es el libro de los destinos del mundo, de la Iglesia, de los destinos de nuestra Familia y también de los destinos de la pequeña historia de mi vida personal. Allí, en el Apocalipsis, se nos presenta al Unigénito bajo la imagen del “Cordero Inmolado”.
Para cumplir esa misión, el Hijo ha escogido como socia a la gran Mujer que aplasta la cabeza de la serpiente. Él eligió también nuestros Santuarios como el lugar misterioso donde la Santísima Virgen, en su carácter de gran antagonista del demonio, quiere cumplir con su tarea de gran Educadora del pueblo y poner así al mundo entero a los pies del Salvador y, en él, a los pies del Padre.
Acostúmbrense a ver a san Miguel como el gran guardián, como el gran centinela de este gran misterio, de esta misteriosa actividad. ¡Viene del Padre! El punto de reposo de todo el orden de salvación es Aquel que está sentado en el trono. De él procede toda vida. Su mano es la que ha diseñado detalladamente el libro de la vida, el libro de los destinos del mundo, de la Iglesia y de cada individuo. Es su mano, infinitamente poderosa y bondadosa, la que se preocupa de que este plan se vaya realizando y completando.

    2.    San José, guardián del misterio de María
Junto a san Miguel, vemos también a san José. Mirándolo ahí, cerca de san Miguel, casi quisiéramos exclamar que él es un segundo muro protector. ¿Qué tarea tiene? ¿Qué es lo que quiere proteger? Recordamos unas palabras de la Sagrada Escritura que, en las fases iniciales de nuestra Familia, eran de gran significado para nosotros. “¡José, levántate y toma al Niño!”. Sobre todo aquellos que estuvieron con nosotros en esa etapa inicial, aquellos que con nosotros balbucearon las primeras tímidas oraciones, recordarán muy bien la misión original que se les señalaba: “¡José, levántate y toma al Niño!”. ¿Cuál era la tarea de san José? Cuidar del Niño y de su Madre. Ésa es la tarea que tuvo y que aún sigue teniendo: la de cuidar que el Niño nunca se separe de su Madre. “¡José, levántate…!” ¿Se dan cuenta de que con esto estamos de nuevo tocando nuestro misterio de Schoenstatt, nuestro misterio de María?
    3.    María, el remolino que nos arrastra hacia Cristo
Recen el Oficio de Schoenstatt. Allí, continuamente, aparece la Virgen María como la portadora de Cristo. Siempre la hemos considerado como el punto de convergencia de una doble irrupción. La irrupción de lo natural penetrando en lo sobrenatural y la irrupción de lo sobrenatural penetrando en lo natural. Es en Ella que se realiza esta doble irrupción. ¿Qué queremos decir con esto? En la medida en que nosotros nos vinculamos con Ella y conducimos a Ella a los que nos han sido confiados, caemos como en un remolino; un remolino de Cristo del cual ya no se puede salir. Quien cae en una catarata ya no tiene escape. Por eso la consideramos, en relación a Cristo, como una catarata o como un remolino de agua que nos impulsa hacia Él.
“¡José, levántate, toma al Niño y a su Madre!” ¿Quién es José? Es la Familia. Toma al Niño y a su Madre. ¿Se dan cuenta de que eso es lo que, en el correr del tiempo, hemos llamado nuestro misterio de Schoenstatt? Al igual que san Miguel, san José no sólo es el vigía del Santísimo, sino también el guardián centellante de aquello que llamamos nuestro misterio, nuestra herencia, nuestro tesoro: María, la gran Educadora que nos lleva a Cristo.
    4.    AL PaDre!
De hoy en adelante, estamos conscientes de que Ella es la gran Educadora que nos conduce al Padre! Ambos, Cristo y María, han recibido del Padre la tarea de conducir el mundo de retorno al Padre. Esto significa que lo que sale del Padre ha de retornar al Padre. Por eso mismo, desde hace un año, hemos agregado que María no sólo es una catarata que nos lleva a Cristo, sino también una catarata del Padre. La Madre y el Niño tienen la única misión de conducir a sus seguidores al Padre.
Teníamos desde un principio la tarea de hacer llegar al mundo y a nuestro tiempo una corriente del Padre. Es algo maravillosamente grande, y que toca lo más profundo de nuestro ser, el modo cómo hemos cooperado creadoramente en las corrientes de nuestra Familia; cómo las hemos vivido y gustado en unión con todos. Mientras más cerca de María se nos conducía, con tanta más fuerza Ella nos llevaba a Cristo y, en él, al Padre. El hecho de que esta corriente del Padre encuentre dificultades es lo más normal del mundo. Ahora se mostrará si ha sido la Virgen María la que ha iniciado esta corriente del Padre o si han sido factores humanos.
4.1.    El Padre eterno, comienzo y fin de todo el plan de salvación:
Del mismo modo que esta corriente poderosa ha tomado más fuerza, también su reverso ha desarrollado un poderoso impulso. Me refiero a la corriente de filialidad. El padre y el niño siempre van juntos. Dondequiera que la corriente del Padre se haya hecho fuerte, lo mismo ha acontecido con la corriente de filialidad. Lo que más necesita nuestro tiempo es una corriente de filialidad hacia el padre. Muchas veces hemos oído esta explicación tan sencilla: La tarea de la madre en la familia natural consiste en mostrar al padre, en llamar la atención sobre él. Por sí mismo, el niño no sabe quién es su padre, ya que no tiene una relación tan instintiva con él como la que tiene con la madre. Sin la madre no tendríamos seguridad de quién es nuestro padre. La tarea de toda auténtica madre consiste en poner al padre en primer plano. Eso mismo es lo que hace María. Lo hemos experimentado en nuestra Familia de modo extraordinariamente profundo. Desde un comienzo, fue mi propósito conducirlos a todos ustedes hacia la Madre, y la Madre de Dios los ha tomado de la mano y los ha llevado hasta el Padre. Nunca olviden esto: el Padre es lo último y lo más profundo; el Padre es el comienzo y el fin de todo el plan de salvación.
Mantengan siempre presente que nuestra espiritualidad es Mariana y siempre lo seguirá siendo. Nuestra espiritualidad siempre continuará siendo una espiritualidad crística y espiritífera (de Cristo y del Espíritu Santo); pero también eternamente continuará siendo patrocéntrica. Nuestra manera sencilla de pensar, que siempre considera al mundo natural y al mundo sobrenatural como una totalidad, nos hace ver que Dios cuida que en el sendero de nuestra vida encontremos personas que transparenten al Padre Dios. Si nosotros queremos, si la Santísima Virgen quiere iniciar desde nuestros Santuarios una profunda renovación del mundo, entonces Ella debe cuidar también que los que reflejan a Dios, que el padre humano, como resplandor del Padre eterno, vuelva a ser de nuevo el punto de reposo de toda conformación de vida aquí en la tierra.
4.2.    Corriente patrocéntrica, corriente de filialidad
¡Corriente patrocéntrica, corriente de filialidad! Ahí tienen el doble círculo, la doble corriente del padre que toma vida por la expresión: Del Padre al Padre! ¡Viniendo del Padre Dios retornamos al Padre Dios! Parece que una de las tareas más importantes de la Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt consiste en hacer nacer desde sus Santuarios esta doble corriente del padre. Por muchos años hemos venido afirmando que uno de los mensajes más esenciales de Schoenstatt es el mensaje del Padre Dios y es el mensaje del padre terrenal, del reflejo del Padre Dios. Y ello como la fuerza más importante y el camino que más capta lo instintivo, para vitalizar y activar en forma extraordinaria una profunda e íntima infancia espiritual en relación al Padre Dios.
De seguro que ustedes sienten todo lo que se quisiera expresar con esto. Personalmente, tengo la firme convicción de que, por todas las luchas actuales, la corriente Mariana está abriendo con fuerza una brecha hacia la corriente del padre. Y esto en su doble dimensión: la corriente del padre en la tierra como la del Padre celestial.
Ustedes comprenderán con qué fuerza debe resonar en nuestra boca y conmover nuestros corazones esa palabra tan rica de contenido: “Padre”. Si sopesamos la palabra así como la pronunciaba el Señor, especialmente si meditamos su oración sacerdotal en que se dirige al Padre, sentiremos cuán lejos está nuestra vida interior de la vida de Jesús. Padre bueno, Padre justo, Padre sabio. Una y otra vez, siempre lo mismo: Padre, Padre.
De esto también colegimos con qué fuerza nuestra Señora de Schoenstatt está incorporada en la gran misión de Cristo. Cuando el Señor declara “He anunciado tu nombre”, ¿a qué nombre se refiere? Al nombre del Padre. A ese nombre que hoy no encuentra ningún eco. ¡Cuántos millones de personas hoy ya no tienen padre! ¡Cuántos no sienten que tienen un verdadero padre! ¿Cómo resuena hoy la palabra padre? Millones y millones de seres humanos no tienen idea de los rasgos de Dios como padre, porque nunca experimentaron el resplandor de ese Dios en los rasgos paternales del padre terrenal.
Ustedes saben muy bien cuánto me ha movido el deseo de darlo todo para hacer que se haga vida el plan íntegro de salvación. Los que nos conocen se sorprenden de nuestra filialidad sencilla y se preguntan: ¿de dónde viene esta riqueza, esta ingenuidad, este ambiente de paraíso? Sabemos muy bien cuál es la respuesta: María nos ha conducido al Padre. Ella nos ha enseñado a rezar Padre nuestro… Padre, te agradezco que me hayas revelado estas cosas, te doy gracias porque te revelas a los pequeños, te doy gracias que nos hayas revelado a nosotros todo el mundo de la filialidad sencilla. Te agradecemos por haber encontrado al Padre.

    5.    Misión patrocéntrica
Ave, Imperatrix, morituri te salutant! ¡Dios te salve, Reina y Madre nuestra, los que están dispuestos a morir por ti y por tu misión, te saludan! Cuán inmensamente grande se yergue nuestra misión ante nosotros. No se trata sólo de una misión por Cristo, por el Espíritu Santo, sino también, y sobre todo, de una misión “patrocéntrica”. ¡Estamos dispuestos a dar nuestras vidas por ti, y a ti saludamos!
Cada vez que en nuestro Santuario recitemos nuestras oraciones y cantemos nuestros himnos al Padre, debemos tener presente y rezar y cantar lo que otros tiempos nos dejaron por herencia en canciones y en ideas: “Padre, haz que pronto llegue el reino de tu amor…”. Siempre mantendremos esta convicción; se trata de algo importante y contundente, no de algo que podría ser o podría no ser. Se trata, nada menos, que de la realización de todo el plan de salvación y, también, de llevar a su término el plan de salvación en el ámbito terrenal. 

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