LA VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA
María fue virgen antes del parto, en
el parto y después del parto (de fe).
El sínodo de Letrán del año 649, presidido
por el papa Martín 1, recalcó los tres momentos de la virginidad de María
cuando enseñó que «la santa, siempre virgen e inmaculada María... concibió del
Espíritu Santo sin semilla, dio a luz sin detrimento [de su virginidad]
y permaneció indisoluble su virginidad después del parto» ; Dz 256. Paulo
iv declaró (1555) : «Beatissimam Virginem Mariam... .
perstitisse semper in virginitatis
integritate, ante Jartum scilicet, in partu et perpetuo post partum» ; Dz 993.
La virginidad de María comprende: la
virginitas mentis, es decir, la perpetua virginidad de su espíritu; la virginitas
sensus, es decir, la inmunidad de todo movimiento desordenado del apetito
sensual; y la virginitas corporis, es decir, la integridad corporal. El
dogma católico se refiere ante todo a la integridad corporal.
1. Virginidad antes del parto
María concibió del Espíritu Santo
sin concurso de varón (de fe).
Los adversarios de la concepción
virginal de María fueron en la antigüedad los judíos y los paganos (Celso,
Juliano el Apóstata), Cerinto y los ebionitas; en los tiempos modernos son
adversarios de este dogma los racionalistas, que procuran buscar en Is 7, 14
o en las mitologías paganas el origen de la creencia en la concepción
virginal de la Virgen.
Todos los símbolos de la fe expresan
la creencia de la Iglesia
en la concepción (activa) virginal de María. El símbolo apostólico confiesa :
«Qui conceptus est de Spiritu Sancto» ; cf. Dz 86, 256, 993. En Lc 1, 26
s, vemos testimoniado que María llevó vida virginal hasta el instante de su
concepción activa : «El ángel Gabriel fue enviado por Dios... a una virgen... y
el nombre de la virgen era María».
La concepción virginal de María fue
predicha en el Antiguo Testamento por el profeta Isaías en su célebre profecía
de Emmanuel (Is 7, 14) : «Por tanto, el mismo Señor os dará señal : He aquí que
la virgen [ha 'alma; é parthenos] concebirá y dará a luz un hijo, y
llamará su nombre Emmanuel [ — Dios con nosotros]».
El judaísmo no llegó a entender en
sentido mesiánico este pasaje. Pero el cristianismo lo refirió desde un
principio al Mesías, pues vio cumplida la señal ; cf. Mt 1, 22 s. Como, por
la descripción que sigue a la profecía (cf. Is 9, I ss), resulta claro que
Emmanuel es el Mesías, no podemos entender por 'alma ni a la
esposa del rey Acaz ni a la del profeta Isaías, sino a la madre del Mesías. Los
judíos salieron en contra de esta interpretación cristiana arguyendo que la
versión de los Setenta no traducía bien el término ha 'alma por é parthenos = la virgen,
sino que debía hacerlo por é neanis = la joven (como traducen Aquilas,
Teodoción y Sínmaco). Semejante argucia no tiene razón de ser, pues la palabra 'alma en el lenguaje bíblico denota siempre una doncella núbil e
intacta; cf. Gen 24, 43, con Gen 24, 16; Ex 2, 8; Ps 67, 26; Cant
1, 2 (M 1, 3); 6, 7 (M 6, 8). El contexto exige la significación
de «virgen», pues solamente hay un signo extraordinario cuando una virgen
concibe y da a luz como virgen.
El cumplimiento de esta profecía de
Isaías queda testimoniado en Mt 1, 18 ss y Lc 1, 26 ss. Mt 1, 18:
«Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen,
se halló haber concebido María del Espíritu Santo» ; Lc 1, 34 s : «Dijo María
al ángel : ¿ Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón? El ángel le
contestó y dijo: [El] Espíritu Santo vendrá sobre ti y [la] virtud del Altísimo
te cubrirá con su sombra». Como María vivía en legítimo matrimonio con José,
éste era el padre, legal de Jesús; Lc 3, 23: «El hijo de José, según se creía»;
cf. I,c 2, 23 y 48.
Las objeciones de los críticos
racionalistas (A. Harnack) contra la autenticidad de Lc 1, 34 s, brotan
únicamente de sus ideas preconcebidas. La variante, completamente aislada, del Syrus
sinaiticus a propósito de Mt 1, 16: «Jacob engendró a José; y José, con
quien estaba desposada María Virgen, engendró a Jesús, que es llamado Cristo»,
no puede ser considerada como primitiva a causa del poco valor de su
testimonio. Caso de que no se tratara de un simple lapsus de algún copista, es
necesario suponer que el traductor de esta antigua versión siríaca entendía en
sentido legal la paternidad que atribuye a José, pues más adelante (1, 18 ss)
refiere la concepción por obra del Espíritu Santo,
lo mismo que hacen todos los demás
documentos del texto sagrado. El origen de esta extraña variante se debe a
haber querido guardar el paralelismo del v 16 con los anteriores vv, en los
cuales una misma persona es primero objeto y después sujeto de la generación.
Pudo servir de base a esta variante aquella otra secundaria que presentan
varios códices, sobre todo occidentales: «Y Jacob engendró a José, con el cual
[estaba] desposada la
Virgen María, [la cual] engendró [= parió] a Jesús, que es
llamado Cristo.»
Los padres dan testimonio de la
concepción virginal de María, siendo su testimonio en este respecto totalmente unánime
; cf. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Smyrn. 1, 1: «Nacido verdaderamente de
una virgen» ; Trall. 9, 1; Eph. 7, 2; 18, 19, 1. Los santos
padres, comenzando por San
Justino, propugnan la interpretación
mesiánica de Is 7, 14, e insisten en que las palabras del texto hay que
entenderlas en el sentido de que la madre de Etnmanuel concebirá y dará a
luz como Virgen (in sensu composito, no in sensu diviso); cf.
SAN JUSTINO, Dial. 43; 66-68; 77; Apol. r 33; SAN IRENEO, Adv.
haer. Iir 21; ORÍGENES, Contra Celsum
134 s ;
S.th. In 28, 1.
2. Virginidad en el parto
María dio a luz sin detrimento de su
integridad virginal (de
fe por razón del magisterio universal de la Iglesia).
El dogma afirma que la integridad
corporal de María se mantuvo intacta en el acto de dar a luz. Al igual
que en la concepción, también en el parto se mantuvo su integridad virginal. Su
parto tuvo carácter extraordinario. Puntualizar en qué consiste la integridad
virginal en el parto en el aspecto fisiológico, no corresponde a la fe
de la Iglesia. Según
las declaraciones del magisterio eclesiástico y según los testimonios de la
tradición, hay que afirmar que la virginidad en el parto es diferente de la
virginidad en la concepción y se añade a ella como una nueva fase.
La explicación teológica relaciona
la integridad corporal en el parto con la exención de desordenada concupiscencia.
Esta exención tiene como consecuencia el absoluto dominio de las fuerzas
espirituales sobre los órganos corporales y procesos fisiológicos. De ellos
resulta que María tuvo en el nacimiento de Jesús un papel completamente activo,
como también lo insinúa la
Sagrada Escritura (Le 2, 7). De este modo se puede explicar
la falta de dolores físicos y sobre todo la falta,de afectos sexuales. La
integridad corporal es el elemento material de la virginidad en el parto,
mientras que la falta de afectos sexuales es el elemento formal (cf. J. B. ALFARO,
Adnotationes in tractatum de Beata Virgine Maria, Rom 1958, 53 ss).
En la antigüedad cristiana
impugnaron la virginidad de María en el parto : TERTULIANO (De carne Christi
23) y, sobre todo, Joviniano, adversario decidido del ideal
cristiano de perfección virginal. En los tiempos modernos lo ha impugnado el
racionalismo (Harnack : «una invención gnóstica»).
La doctrina de Joviniano («Virgo
concepit, sed non virgo generavit») fue reprobada en un sínodo de Milán (390) presidido
por SAN AMBROSIO (cf. Ep. 42), en el cual se hizo referencia al símbolo
apostólico : «Natus ex Maria Virgine». La virginidad de María en el parto se
halla contenida implícitamente en el
título «Siempre Virgen» (áemap9évog), que le otorgó e'l v concilio
universal de Constantinopla el año 553; Dz 214, 218, 227. Esta verdad es enseñada
expresamente por el papa SAN LEÓN i en la Epístola dogmatica ad Flavianum (Ep 28,
2), que fue aprobada por el concilio de Calcedonia. La enseñaron también
expresamente el sínodo de Letrán (649) y el papa Paulo iv (1555) ; Dz 256, 993.
Pío xii nos dice, en su encíclica Mystici Corporis: «Ella dio la vida a
Cristo nuestro Señor con un parto admirable» («mirando partu edidit»). La fe
universal de la Iglesia
en este misterio halla también expresión en la liturgia. Cf. el
prefacio de las festividades de Maria (virginitatis gloria permanente) y los
responsorios de la v lección de la Natividad del Señor (cuius viscera intacta permanent)
y de la vrir lección de la fiesta de la Circuncisión del
Señor (peperit sine dolore).
Is 7, 14 anuncia que la virgen dará
a luz (en cuanto virgen).
Los santos padres refieren también
en sentido típico al parto virginal del Señor aquella palabra del profeta
Ezequiel que nos habla de la puerta cerrada (Ez 44, 2; cf. SAN AMBROSIO, Ep.
42, 6; SAN JERÓNIMO, Ep. 49, 21), la del profeta Isaías sobre el
parto sin dolor (Is 66, 7; cf. SAN IRENEO, Epid. 54; SAN JUAN
DAMASCENO, De fide orth. iv 14) y la del Cantar de los Cantares sobre el
huerto cerrado y la fuente sellada (Cant 4, 12; cf. SAN JERÓNIMO, Adv. Iov. i
31; Ep. 49, 21).
SAN IGNACIO m ANTIOQUÍA designa no
sólo la virginidad de María, sino también su parto, como un «misterio que debe
ser predicado en alta voz» (Eph. 19, 1). Claro testimonio del parto
virginal de Cristo lo dan los escritos apócrifos del siglo II (Odas de
Salomón 19, 7ss; Protoevangelio de Santiago 19s; Subida al cielo
de Isaías 11, 7 ss), y también escritores eclesiásticos como SAN IRENEO
(Epid. 54; Adv. haer. III 21, 4-6), CLEMENTE AI.EIANDRINO
(Strom. VII 16, 93), ORÍGENES (In Lev.
hom. 8, 2; de otra manera en In Luc. hora. 14).
Contra Joviniano escribieron SAN AMBROSIO (Ep. 42, 4-7), SAN JERÓNIMO (Adv.
Jov. i 31; Ep. 49, 21) y SAN AGUSTÍN (Enchir. 34), quienes
defendieron la doctrina tradicional de la Iglesia. Para
explicar de forma intuitiva este misterio, los padres y teólogos se sirven de
diversas analogías: la salida de Cristo del sepulcro sellado, el
modo con que Al pasaba a través de las puertas cerradas, como pasa un rayo de
sol por un cristal sin romperlo ni mancharlo, la generación del Logos del seno
del Padre, el brotar del pensamiento en la mente del hombre.
3. Virginidad después del parto
María vivió también virgen después
del parto (de fe).
La virginidad de María después del
parto fue negada en la antigüedad por TERTULIANO (De monog. 8), Eunomio,
Joviniano, Helvidio, Bonoso de Cerdeña y los antidicomarianitas. En los tiempos
modernos es combatida por la mayoría de los protestantes, tanto de tendencia
liberal como conservadora, mientras que
Lutero, Zwinglio y la teología luterana antigua mantuvieron decididamente la virginidad
perpetua de María; cf. Articuli Smalcaldici P. 1, art. 4: «ex Maria,
pura, sancta semper virgine».
El papa Siricio (392) reprobó la
doctrina de Bonoso; Dz 91.
El v concilio universal (553) aplica
a María el título glorioso de «Siempre Virgen»; Dz 214, 218, 227. Cf. Las declaraciones
del sínodo de Letrán (649) y de Paulo iv (1555) ; Dz 256, 993. También la
liturgia celebra a María como «Siempre Virgen» ; cf. la oración Communicantes
en el canon de la misa. La Iglesia reza : «Post
partum, Virgo, inviolata permansisti».
La Sagrada Escritura sólo testimonia indirectamente la perpetua
virginidad de María después del parto. La interpretación tradicional de Lc 1,
34: <<Cómo sucederá esto, pues no conozco varón ?», infiere de la
respuesta de María que ella, por una especial iluminación divina, había concebido el propósito de permanecer
siempre virgen. San Agustín supone incluso un voto formal de virginidad. Según la
interpretación más reciente, María, apoyándose en la concepción
veterotestamentaria del matrimonio y la maternidad, entró en el matrimonio con
una voluntad matrimonial normal. Cuando el ángel
le anunció la concepción como un suceso inmediatamente inminente, ella objetó
que no era posible, ya que antes de la conducción a casa no sostenía relaciones
conyugales con su marido. Nos consta también indirectamente la virginidad
perpetua de
María por el hecho de que el
Salvador, al morir, encomendase a su Madre a la protección de San Juan (Ioh 19,
26: «Mujer, ahí tienes a tu hija»), lo cual nos indica claramente que María no
tuvo otros hijos fuera de Jesús; cf. ORÍGENES, In Loan. i 4 (6), 23.
Los «hermanos de Jesús», de los que
varias veces se hace mención en la Sagrada Escritura, y a quienes nunca se les llama
«hijos de María», no son sino parientes cercanos de Jesús; cf. Mt 13, 55, con
Mt 27, 56; Ioh 19, 25; Gal 1, 19. El lugar de Lc 2, 7: «Y
[María] dio a luz a su hijo primogénito» (cf. Mt 1, 25, según Vg) no da
pie para suponer que María tuviera otros hijos después de
Jesús, pues entre los judíos se llamaba también «primogénito» al hijo único. La
razón es que el título «primogénito» contenía ciertas prerrogativas y derechos
especiales; cf. Hebr 1, 6, donde al Hijo unigénito de Dios se le llama
«Primogénito de Dios». Los lugares de Mt 1, 18: «Antes de que hubiesen vivido
juntos», y Mt 1, 25: «No la conoció hasta que dio a luz a su hijo»,
significan únicamente que hasta un determinado
momento no se había consumado el matrimonio, pero sin
que afirmen por ello que después se consumara; cf. Gen 8, 7; 2 Reg 6,
23; Mt 28, 20.
Entre los padres, fueron defensores
de la virginidad de María después del parto : ORÍGENES (In Luc. hon. 7), SAN
AMBROSIO (De inst. virg. et S. 1lvlariae virginitate perpetua), SAN JERóNIMo (De perpetua virginitate B. Mariae adv.
Helvidium), SAN AGUSTÍN (De haeresibus 56, 84), SAN EPIFANIO (Haer. 78; contra
los antidicomarianitas). SAN BASILIO observa: «LOS que son amigos de Cristo no
soportan oir que la Madre
de Dios cesó alguna vez de ser virgen» (Hora. in s. Christi generationem, n.
5) ; cf. SAN JUAN DAMASCENO, De fide orth. Iv 14; S.th. III
28, 3.
Desde el siglo Iv los santos padres,
como, v.g., ZENÓN DE VERONA (Tract. 15, 3; II 8, 2), SAN
AGUSTÍN (Sereno 196, 1, 1; De cat. rud. 22, 40), PEDRO CRISÓLOGO (Sermo
117), exponen ya Ios tres momentos de la virginidad de María en la
siguiente fórmula : «Virgo concepit, virgo peperit, virgo permansit» (SAN
AGUSTÍN, Sermo 51, 11, 18).
LA VIRGINIDAD DE MARIA DESDE EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
La virginidad de María
CIC 496 Desde las primeras formulaciones de
la fe (Cf. DS 10-64), la
Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María
únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto
corporal de este suceso: Jesús fue concebido "absque semine ex Spiritu
Sancto" (Cc Letrán, año 649; DS 503), esto es, sin elemento humano, por
obra del Espíritu Santo. Los Padres ven en la concepción virginal el signo de
que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una humanidad como la
nuestra: Así, S. Ignacio de
Antioquía (comienzos del siglo II): "Estáis firmemente convencidos acerca
de que nuestro
Señor es verdaderamente
de la raza de David según la carne (Cf. Rm 1, 3), Hijo de Dios según la
voluntad y el poder de Dios (Cf. Jn 1, 13), nacido verdaderamente de una
virgen,... Fue verdaderamente clavado por nosotros en su carne bajo Poncio
Pilato... padeció verdaderamente, como también resucitó verdaderamente"
(Smyrn. 1-2).
CIC 497 Los relatos evangélicos (Cf. Mt 1,
18-25; Lc 1, 26-38) presentan la concepción virginal como una obra divina que
sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas (Cf. Lc 1, 34): "Lo
concebido en ella viene del Espíritu Santo", dice el ángel a José a
propósito de María, su desposada (Mt 1, 20). La Iglesia ve en ello el
cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: "He aquí
que la virgen concebirá y dará a luz un Hijo" (Is 7, 14 según la
traducción griega de Mt 1, 23).
CIC 498 A veces ha desconcertado el silencio del
Evangelio de S. Marcos y de las cartas del Nuevo Testamento sobre la concepción
virginal de María. También se ha podido plantear si no se trataría en este caso
de leyendas o de construcciones teológicas sin pretensiones históricas. A lo
cual hay que responder: La fe en la concepción virginal de Jesús ha encontrado
viva oposición, burlas o incomprensión por parte de los no creyentes, judíos y
paganos (Cf. S. Justino, Dial 99, 7; Orígenes, Cels. 1, 32, 69; entre otros);
no ha tenido su origen en la mitología pagana ni en una adaptación de las ideas
de su tiempo. El sentido de
este misterio no es accesible más que a
la fe que lo ve en ese "nexo que reúne entre sí los misterios" (DS
3016), dentro del conjunto de los Misterios de Cristo, desde su Encarnación
hasta su Pascua. S. Ignacio de Antioquía da ya testimonio de este vínculo:
"El príncipe de este mundo ignoró la virginidad de María y su parto, así
como la muerte del Señor: tres misterios resonantes que se realizaron en el
silencio de Dios" (Eph. 19, 1; Cf. 1 Co 2, 8).
María, la "siempre Virgen"
499 La profundización de la fe en la
maternidad virginal ha llevado a la
Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María
(Cf. DS 427) incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre (Cf. DS 291;
294; 442; 503; 571; 1880). En efecto, el nacimiento de Cristo "lejos de
disminuir consagró la integridad virginal" de su madre (LG 57). La
liturgia de la Iglesia
celebra a María como la "Aeiparthenos", la "siempre-virgen"
(Cf. LG 52). 500 A
esto se objeta a veces que la
Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús (Cf. Mc
3, 31-55; 6, 3; 1 Co 9, 5; Ga 1, 19). La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como
no referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José
"hermanos deJesús" (Mt 13, 55) son los hijos de
una María discípula de Cristo (Cf. Mt 27, 56) que se designa de manera
significativa como "la otra María" (Mt 28, 1). Se trata de parientes
próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento (Cf. Gn
13, 8; 14, 16;29, 15; etc.).
501 Jesús es el Hijo único de María. Pero
la maternidad espiritual de María se extiende (Cf. Jn 19, 26-27; Ap 12, 17) a
todos los hombres a los cuales, El vino a salvar: "Dio a luz al Hijo, al
que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos (Rom 8,29), es decir, de los
creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre" (LG
63).
La maternidad virginal de María en el
designio de Dios
CIC 502 La mirada de la fe, unida al conjunto
de la Revelación,
puede descubrir las razones misteriosas por las que Dios, en su designio
salvífico, quiso que su Hijo naciera de una virgen. Estas razones se refieren
tanto a la persona y a la misión redentora de Cristo como a la aceptación por
María de esta misión para con los hombres.
CIC 503 La virginidad de María manifiesta la
iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación.
Jesús no tiene como Padre más que a Dios (Cf. Lc 2, 48-49).
"La naturaleza humana que ha tomado no le ha alejado jamás de su Padre...;
consubstancial con su Padre en la divinidad, consubstancial con su Madre en
nuestra humanidad, pero propiamente Hijo de Dios en sus dos naturalezas"
(Cc. Friul en el año 796: DS 619).
CIC 504 Jesús fue concebido por obra del
Espíritu Santo en el seno de la
Virgen María porque Él es el Nuevo Adán (Cf. 1 Co 15,
45) que inaugura la nueva creación: "El primer hombre, salido de la
tierra, es terreno; el segundo viene del cielo" (1 Co 15, 47). La
humanidad de Cristo, desde su concepción, está llena del Espíritu Santo porque
Dios "le da el Espíritu sin medida" (Jn 3, 34). De "su
plenitud", cabeza de la humanidad redimida (Cf. Col 1, 18),"hemos
recibido todos gracia por gracia" (Jn 1, 16).
CIC 505 Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su
concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el
Espíritu Santo por la fe "¿Cómo será eso?" (Lc 1, 34;Cf. Jn 3, 9). La
participación en la vida divina no nace "de la sangre, ni de deseo de
carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios" (Jn 1, 13). La acogida de esta
vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido
esponsal de la vocación humana con relación a Dios (Cf. 2 Co 11, 2) se lleva a
cabo perfectamente en la maternidad virginal de María.
CIC 506 María es virgen porque su virginidad
es el signo de su fe "no adulterada por duda alguna" (LG 63) y
de su entrega total a la voluntad de Dios (Cf. 1 Co 7, 34-35). Su fe es la que
le hace llegar a ser la madre del Salvador: "Beatior est Maria percipiendo
fidem Christi quam concipiendo carnem Christi" ("Más bienaventurada
es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de
Cristo" (S. Agustín, virg. 3).
507 María es a la vez virgen y madre
porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia (Cf. LG 63):
"La Iglesia
se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la
predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos
concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que
guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo" (LG 64).
508 De la descendencia de Eva, Dios
eligió a la Virgen María
para ser la Madre
de su Hijo. Ella, "llena de gracia", es "el fruto excelente de
la redención" (SC 103); desde el primer instante de su concepción, fue totalmente
preservada de la mancha del pecado original y permaneció pura de todo pecado
personal a lo largo de toda su vida.
509 María es verdaderamente "Madre
de Dios" porque es la madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre, que es
Dios mismo.
510 María "fue Virgen al concebir a
su Hijo, Virgen al parir, Virgen durante el embarazo, Virgen después del parto,
Virgen siempre" (S. Agustín, serm. 186, 1): Ella, con todo su ser, es
"la esclava del Señor" (Lc 1, 38).
511 La Virgen María
"colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hombres" (LG 56). Ella pronunció su
"fiat" "loco totius humanae naturae" ("ocupando el lugar de toda la
naturaleza humana") (Santo Tomás, s. th. 3, 30, 1):
Por su obediencia, Ella se convirtió en
la nueva Eva, madre de los vivientes.
SIMBOLOS
SIMBOLO APOSTOLICO
Texto [según Rufino (forma romana)]
D-4 1. Creo en Dios Padre
omnipotente;Y en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor, que nació de María Virgen por obra del Espíritu Santo, fué crucificado bajo Poncio Pilato y sepultado, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra del Padre, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos y en el Espíritu Santo, la Santa
Iglesia, el perdón de los pecados y la resurrección de la carne.
[Según el Psalterium Aethelstani (forma griega)]
D-5 1. Creo en Dios Padre
omnipotente; y en Jesucristo, su Hijo unigénito, nuestro Señor, que nació del Espíritu Santo y de María Virgen, que fué crucificado y sepultado bajo Poncio Pilato, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra del Padre, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos y en el Espíritu Santo, la Santa
Iglesia, el perdón de los pecados y la resurrección de la carne. Amén.
Texto [Según el Orden romano]
D-7 1. Creo en Dios Padre
omnipotente, creador del cielo y de la tierra; 2. y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fué concebido por obra del Espíritu Santo y nació de María
Virgen, padeció bajo Poncio Pilatos, fué crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los infiernos, 5. al tercer día resucitó de entre los muertos, 6. subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre
todopoderoso, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos creo en el Espíritu Santo, la Santa
Iglesia Católica, la comunión de los
Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Texto [De San Cirilo de Jerusalén]
D-9 1. Creemos en un solo Dios Padre
omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible; y en un solo señor Jesucristo,
hijo de Dios unigénito, que nació del Padre, Dios verdadero, antes de todos los siglos,
por quien todo fué hecho,
3. (que por nuestra salvación) se encarnó (del Espíritu Santo y
María Virgen) y se hizo hombre, fué crucificado (bajo Poncio Pilatos) y sepultado,
resucitó al tercer día (según las Escrituras) y subió a los cielos, y está
sentado a la diestra del Padre, 7. y ha de venir con gloria a juzgar a los
vivos y a los muertos, y el reino de El no tendrá fin; 8. y en un solo
Espíritu Santo, Paráclito, que habló por los profetas 9.(2) y en una sola Santa Iglesia
[Católica], y
en un solo bautismo de penitencia para el perdón de los pecados,
y en la resurrección de la carne, y en la vida eterna
FORMULA LLAMADA FE DE DAMASO (1)[De autor y tiempo inciertos; en Francia hacia el año 500 (?)]
D-16 El Hijo, en el último tiempo,
descendió del Padre para salvarnos y cumplir las Escrituras, a pesar de que nunca dejó de estar con el Padre, y
fué concebido por obra del Espíritu Santo y nació de María Virgen, tomó carne,
alma o inteligencia, esto es, al hombre perfecto, y no perdió lo que era, sino que
empezó
a ser lo que no era; de modo, sin embargo, que es perfecto en lo
suyo y verdadero en lo nuestro.
CREDO DEL PUEBLO DE DIOS
Solemne
Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968, al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XlX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma
11. Creemos en nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. El es el Verbo
eterno, nacido del Padre antes de todos los siglos y consustancial al Padre, u homoousios
to Patri; por quien han sido hechas todas las cosas. Y se encarnó por obra
del Espíritu Santo, de María la
Virgen, y se hizo hombre: igual, por tanto, al
Padre según la divinidad, menor que el Padre según la humanidad[6], completamente
uno, no por confusión (que no puede hacerse) de la sustancia, sino por
unidad de la persona [7].
12. El mismo habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Anunció y
fundó el reino de Dios, manifestándonos en sí mismo al Padre. Nos dio su
mandamiento nuevo de que nos amáramos los unos a los otros como él nos amó. Nos
enseñó el camino de las bienaventuranzas evangélicas, a saber: ser pobres en
espíritu y mansos, tolerar los dolores con paciencia, tener sed de justicia,
ser misericordiosos, limpios de corazón, pacíficos, padecer persecución por la
justicia. Padeció bajo Poncio Pilato; Cordero de Dios, que lleva los pecados
del mundo, murió por nosotros clavado a la cruz, trayéndonos la salvación con
la sangre de la redención. Fue sepultado, y resucitó por su propio poder al
tercer día, elevándonos por su resurrección a la participación de la vida
divina, que es la gracia. Subió al cielo, de donde ha de venir de nuevo,
entonces con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, a cada uno según
los propios méritos: los que hayan respondido al amor y a la piedad de Dios
irán a la vida eterna, pero los que los hayan rechazado hasta el final serán
destinados al fuego que nunca cesará.
Y su reino no tendrá fin.
14. Creemos que la
Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, fue la Madre del Verbo encarnado,
Dios y Salvador nuestro, Jesucristo [8] y que ella,
por su singular elección, en atención a los méritos de su Hijo redimida de
modo más sublime [9], fue
preservada inmune de toda mancha de culpa original [10]
y que supera ampliamente en don de gracia eximia a todas las demás criaturas
[11].
15. Ligada por un vínculo estrecho e indisoluble al misterio de la
encarnación y de la redención[12],
la Beatísima Virgen
María, Inmaculada, terminado el curso de la vida terrestre, fue asunta en
cuerpo y alma a la gloria celeste [13],
y hecha semejante a su Hijo, que resucitó de los muertos, recibió
anticipadamente la suerte de todos los justos; creemos que la Santísima Madre de
Dios, nueva Eva, Madre de la
Iglesia [14],
continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los
miembros de Cristo, por el que contribuye para engendrar y aumentar la vida
divina en cada una de las almas de los hombres redimidos [15].
[8] Cf. Conc. Efes.:
Denz.-Schön. 251-252.
[10] Cf. Pío IX, Bula Ineffabilis
Deus: Acta p. 1 vol. 1 p. 616.
[12] Cf. Ibíd., n. 53.58.61..
[13] Cf. Const. apost. Munificentissimus Deus: AAS 42 (1950) 770.
[14] Lumen
gentium, 53.56.61.63; cf. Pablo Vl, Al. en el cierre de la III sesión del concilio Vat.
II: AAS 56 (1964), 1016; exhort. apost. Signum magnum: AAS 59 (1967) 465
y 467.