ALETEIA

domingo, 23 de septiembre de 2012

Benedicto XVI: No al orgullo, Cristo es amor y humildad

Messe du dimanche soir 25 del tiempo ordinario 23 de septiembre 2012

Angelus Domini Benedicto XVI 25 del tiempo ordinario 23 de septiembre






No ambicionar importancia y poder sino ponerse al servicio. El Papa en el Ángelus


(RV).- (Con Audio) “No ambicionar el poder y la importancia humana, sino ponerse al servicio de los demás” porque “el poder de Dios se manifiesta en la humildad”, ha sido el tema del saludo del saludo del Papa a los peregrinos de lengua española.

Después de la oración dominical mariana del Ángelus, inspirado en el Evangelio del domingo, el Sucesor de Pedro reflexionó sobre la actitud central del cristiano “que debe aprender constantemente de Cristo: no ambicionar el poder y la importancia humana, sino ponerse al servicio de los demás”.


Ampliando la reflexión sobre esta “actitud central del cristiano”, Benedicto expresó: “El poder de Dios se manifiesta precisamente en la humildad, en dejarle a Él como único Omnipotente”, y pidió a la humilde Virgen María, bajo la advocación de nuestra Señora de
la Merced que “se apiade de nosotros y nos ayude en el camino hacia Cristo, verdadero portador de la paz y la alegría en el corazón de los hombres”. (Audio)

RealAudioMP3Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. El Evangelio de hoy nos habla de una actitud central del cristiano, que debe aprender constantemente de Cristo: no ambicionar el poder y la importancia humana, sino ponerse al servicio de los demás. El poder de Dios se manifiesta precisamente en la humildad, en dejarle a Él como único Omnipotente. Que la humilde Virgen María, que mañana celebramos con el título La Merced, se apiade de nosotros y nos ayude en el camino hacia Cristo, verdadero portador de la paz y la alegría en el corazón de los hombres. Feliz domingo.

En sus saludos el Santo Padre, hablando en italiano y en francés, recordó a los queridos hermanaos y hermanas presentes en
la Plaza de San Pedro que ayer, en la ciudad francesa de Troyes, fue proclamado Beato el sacerdote Louis Brisson, que vivió en el siglo XIX, fundador de las Oblatas y de los Oblatos de San Francisco de Sales. Por esta razón, el Obispo de Roma se unió con alegría a la acción de gracias de la comunidad diocesana de Troyes y de todos los hijos e hijas espirituales del nuevo Beato.

De modo particular, a los peregrinos franceses el Pontífice les agradeció de corazón sus oraciones con las que lo acompañaron durante viaje apostólico a El Líbano. Y les pidió que sigan rezando por los cristianos de Oriente Medio, por la paz y por el diálogo sereno entre las religiones.


Al dirigir un cordial saludo a los fieles polacos Benedicto XVI les recordó que en el Evangelio de este domingo Jesús presta una atención especial a los niños, diciendo: “Quien acoge a uno de estos niños en mi nombre, me acoge a mí”. Por esta razón invitó a pedir a Dios que estas palabras inspiren a todos aquellos que son responsables del don de la vida, de las dignas condiciones de existencia y de ecuación, del seguro y sereno crecimiento de los niños. Para que “todo niño pueda gozar del amor y del calor familiar”.


Su Santidad también manifestó su alegría por acoger, a las Religiosas del Colegio Misionero “Mater Ecclesiae” de Castel Gandolfo, procedentes de diversos países, a quienes deseó “un sereno y fructuoso año de formación y de vida comunitaria”.


Por último, al dirigir su cordial saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los socios de
la Confederación Nacional de Cultivadores Directos, llamándolos “queridos amigos”, el Papa les manifestó su aprecio por su empeño en favor de la salvaguardia de la creación y les agradeció los dones que le ofrecieron.

De la misma manera, el Santo Padre saludó a los fieles de la parroquia de San Agustín de Bisceglie, con motivo del centenario de su institución; así como a la sección de la localidad italiana de Perugia de
la Asociación de Maestros Católicos, y deseó a todos feliz domingo.

(j GO y MFB – RV)


Texto completo de la alocución del Papa antes del rezo del Ángelus:


Queridos hermanos y hermanas:


En nuestro camino con el Evangelio de Marcos, el domingo pasado entramos en la segunda parte, es decir el último viaje hacia Jerusalén y hacia el culmen de la misión de Jesús. Después de que Pedro, en nombre de los discípulos, profesó la fe en Él, reconociéndolo como el Mesías (cfr Mc 8,29).


Jesús inicia a hablar abiertamente de aquello que le sucederá al final. El Evangelista reporta tres sucesivas predicciones de la muerte y resurrección en los capítulos 8, 9 y 10: en ellas Jesús anuncia en modo siempre más claro el destino que le espera y su intrínseca necesidad. El texto de este domingo contiene el segundo de estos anuncios. Jesús dice: «El Hijo del Hombre –expresión con la que se designa a sí mismo– será entregado en manos de hombres, y lo matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día» (Mc 9,31). Los discípulos «no entendían estas palabras, y tenían miedo de preguntarle» (v. 32).


En efecto, leyendo esta parte de la narración de Marcos, es evidente que entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior; se encuentran, por así decir, sobre dos amplitudes de onda, de manera que los discursos del Maestro no son comprendidos, o lo son solamente de modo superficial. El apóstol Pedro, inmediatamente después de haber manifestado su fe en Jesús, se permite reprenderlo porque ha anunciado que tendrá que ser rechazado y asesinado. Después del segundo anuncio de la pasión, los discípulos discuten sobre quién entre ellos es el más grande (cfr Mc 9,34); y después el tercero, Santiago y Juan piden a Jesús poder sentarse a su derecha y a su izquierda, cuando esté en la gloria (cfr Mc 10,35-40). Pero hay otros signos diferentes sobre esta distancia: por ejemplo, los discípulos no pueden aliviar a un joven epiléptico, que luego Jesús alivia con la fuerza de la oración (cfr Mc 9,14-29); o cuando son presentados a Jesús algunos niños, los discípulos los reprenden y Jesús en cambio indignado, los hace permanecer con Él y afirma que solo quien es como ellos puede entrar en el Reino de Dios (cfr Mc 10,13-16).


¿Qué cosa nos dice todo esto? Nos recuerda que la lógica de Dios es siempre «otra » respecto a la nuestra, como reveló Dios mismo por boca del profeta Isaías «Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni sus caminos son mis caminos» (Is 55,8). Por esto, seguir al Señor requiere siempre del hombre una profunda conversión, un cambio en el modo de pensar y de vivir, requiere de abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente. Un punto-clave en el cual Dios y el hombre se diferencian es en el orgullo: en Dios no existe orgullo, porque Él es total plenitud y tendiente a amar y donar vida; en nosotros los hombres, en cambio, el orgullo está íntimamente radicado y requiere de una constante vigilancia y purificación. Nosotros, que somos pequeños, aspiramos a aparecer como grandes, a ser los primeros, mientras Dios no teme de abajarse y hacerse el último.
La Virgen María está perfectamente «sintonizada» con Dios: invoquémosla confiados, para que nos enseñe a seguir fielmente a Jesús en el camino del amor y de la humildad.


martes, 11 de septiembre de 2012

ZENIT - 'Una fe que no se desanima sino que sabe arriesgar'

ZENIT - 'Una fe que no se desanima sino que sabe arriesgar'


Una fe que no se desanima sino que sabe arriesgar'
Homilía en el santuario de Schönstatt de monseñor Fisichella
SCHÖNSTATT, martes 11 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto de la homilía pronunciada el sábado pasado, en el santuario mariano di Schönstatt, Alemania, por monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, con motivo de la fiesta de la Natividad de María.


La fiesta litúrgica de la natividad de la virgen María es muy antigua. Se comenzó a celebrar en el lugar donde, según una antigua tradición, estaba la casa de los padres de María, Joaquín y Ana. Desde hace ya muchos siglos la comunidad cristiana se deja guiar por este misterio de amor que Dios ha realizado en nuestra historia. Hoy también estamos aquí para continuar esta tradición de nuestra fe. Justamente aquí, en este santuario de Schönstatt donde el padre Kentenich quiso abrir su corazón, ofreciendo a tantas personas la posibilidad de encontrar en María a la fiel compañera de la vida. Venimos a pedir al Señor por intercesión de su Madre, la fuerza y la gracia para ser en el mundo testigos creíbles y fieles de su amor, y anunciadores de su evangelio. Y también hay otro motivo importante que nos trae a este santuario: queremos entregar a María el próximo sínodo sobre la Nueva Evangelización y el año de la Fe. No podemos olvidar que justamente en Schönstatt, el padre Kentenich anticipó con espíritu profético algunas intuiciones del Concilio Vaticano II. Entregamos estos momentos tan importantes para la vida de la Iglesia a la Madre de la Iglesia, que Juan Pablo II ha invocado también como “estrella de la nueva evangelización”. Y nos unimos espiritualmente al Santo Padre Benedicto XVI, que el 4 de octubre, desde la casa de María en Loreto, pondrá bajo la protección de la Virgen el Año de la Fe y la Nueva Evangelización.

El evangelio que hemos escuchado recuerda el misterio realizado en la vida de aquella joven, que desde aquel momento todas las generaciones llaman “bienaventurada”. ¿Qué sucedió aquel día?¿Cuáles fueron los sentimientos de María? Dificilmente encontraremos una respuesta a estas preguntas. Lo que sabemos con certeza es que Dios entró en su vida y la invitó a creer en su palabra y a confiar en Él. María creyó. En la simplicidad del relato encontramos una verdad muy profunda: si el hombre quiere encontrar el significado de su vida debe confiar en Dios. Este es, propiamente, el desafío que estamos llamados a enfrentar. ¿Puede el hombre de hoy creer en Jesucristo? Este hombre, sumergido en el ruido, que no conoce ya el valor del silencio; este hombre que sólo cree en lo que ve y no se fía de nadie, y por esto mismo cada vez más encerrado en la soledad; este hombre que sólo vive de las certezas que le ofrece la ciencia y la técnica... en definitiva, el hombre contemporáneo, el que vive junto a nosotros, el vecino de casa... ¿puede todavía creer en Jesucristo como Salvador del mundo?
A un mundo que considera todo obvio, debemos proponerle la novedad profunda del Evangelio de Jesucristo. Es una tarea difícil, que requiere de nuestra parte la fuerza de la fe. Estamos llamados, los creyentes en primer lugar, a reavivar nuestra fe como respuesta siempre atenta y convencida a la palabra de Dios. Una fe que no se desanima, sino que sabe arriesgarse. Una fe que no se esconde, sino que atestigua públicamente sus convicciones. Una fe que no pierde coraje frente a las dificultades, sino que se hace fuerte y confía en la presencia del Espíritu. Una fe que no se encierra en el individualismo y en lo fácil, sino que es una experiencia de comunidad. Una fe que no se cansa ni cae en la rutina por el pasar de los años, sino que se renueva con entusiasmo y se expone por las calles del mundo para sostener a los nuevos evangelizadores.

María nos recuerda hoy el “compromiso de la fe” (1 Tes 1,3). Un compromiso a evangelizar siempre, donde sea y a pesar de todo. La bella oración que se hace aquí ante la Virgen, “Nada sin ti, nada sin nosotros”, se convierte en prenda de la nueva evangelización. Un compromiso que hoy asumimos ante ella con la promesa de conservarlo cada día y hacerlo siempre más fecundo; así como ella ha hecho con la vida de Jesús, que “conservaba en su corazón...” Por ello, Jesús “crecía” junto a ella. Jesús debe crecer en nosotros y su Madre es la vía privilegiada para acceder a su misterio. Compromiso que se alimenta con la escucha de la Palabra para ser capaces de hacer su voluntad; en la participación de la santa Eucaristía dominical para vivir el misterio de su amor y de gracia; en el testimonio de la caridad para mostrar cómo viven los discípulos de Cristo. El mundo de hoy necesita hombres y mujeres de fe, convencidos de la elección que han hecho. Los cristianos no somos personas ingenuas o fabuladores crédulos, como a menudo alguno nos reprocha, para transformar la fe en una burla. Al contrario, somos verdaderamente personas libres, porque elegimos confiar nuestra vida a aquello que es esencial: el misterio de Dios que ama y ofrece la vida para siempre.

Recordar el nacimiento de la virgen María nos permite mirar profundamente nuestra vida y dejarnos plasmar por el amor de Dios; ¡Él también a través de nosotros puede seguir realizando maravillas!

domingo, 2 de septiembre de 2012

La Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la «tierra» de la verdadera libertad y de la vida.





Jesús nos pone en guardia sobre la falsa religiosidad

(RV).- (Con audio) La Ley de Dios que encuentra su cumplimiento en el amor, es el tema de la liturgia de hoy ha dicho el Sucesor de Pedro, en la reflexión previa a la oración dominical del ángelus que rezó con los peregrinos llegados a Castel Gandolfo al mediodía.

“La Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la “tierra” de la verdadera libertad y de la vida”, afirmó el Papa Benedicto. Por eso en la Biblia la Ley no es vista como un peso oprimente sino como un don precioso del amor del Señor y de su cercanía. Cuando el pueblo se establece en la tierra “ciertamente, la Ley de Dios permanece, pero no es lo más importante, la regla de vida; se transforma mas bien en un revestimiento, en una cobertura, mientras la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses egoístas, individuales y de grupo”.

La religión se reduce así a la práctica de usanzas secundarias – ha dicho el Papa. Es el riesgo de toda religión, la falsa religiosidad: “Este pueblo me honra con los labios pero no con el corazón”.

Así motivo Benedicto XVI el ruego a María, para que ella “nos ayude a escuchar con corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente nuestros pensamientos, nuestras elecciones y nuestras acciones, cada día”.

jesuita Guillermo Ortiz- RV

La verdadera sabiduría

Saludo del Papa a los peregrinos de lengua española (Audio) RealAudioMP3

Texto completo de la reflexión:

Queridos hermanos y hermanas:

En la Liturgia de la Palabra de este domingo emerge el tema de la Ley de Dios, de su mandamiento: un elemento esencial de la religión hebraica y también de la cristiana, donde encuentra su pleno cumplimiento en el amor (Cfr. Rm 13, 10). La Ley de Dios es su Palabra que guía al hombre en el camino de la vida, lo hace salir de la esclavitud del egoísmo y lo introduce en la «tierra» de la verdadera libertad y de la vida. Por esto en la Biblia la Ley no es vista como un peso, una limitación oprimente, sino como el don más precioso del Señor, el testimonio de su amor paterno, de su voluntad de estar cerca de su pueblo, de ser su Aliado y escribir con él una historia de amor. Así reza el pío israelita: « En tus preceptos tengo mis delicias, no olvido tu palabra. (…) Llévame por la senda de tus mandamientos, porque mi complacencia tengo en ella» (Sal 119, 16.35).

En el Antiguo Testamento, aquel que en nombre de Dios transmite la Ley al pueblo es Moisés. Él, después del largo camino en el desierto, en el umbral de la tierra prometida, proclama: «Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que yo te enseño para que las pongas en práctica, a fin de que vivas y entres a tomar posesión de la tierra que te da el Señor, Dios de sus padres» (Dt 4, 1).

Y he aquí el problema: cuando el pueblo se establece en la tierra, y es depositario de la Ley, se siente tentado a poner su seguridad y su alegría en algo que ya no es la Palabra del Señor: en los bienes, en el poder, en otras “divinidades” que, en realidad son vanas, son ídolos. Ciertamente, la Ley de Dios permanece, pero ya no es lo más importante, la regla de vida; se convierte más bien en un revestimiento, una cobertura, mientras la vida sigue otros caminos, otras reglas, intereses individuales y de grupo con frecuencia egoístas. Y así la religión pierde su sentido auténtico que es vivir en escucha de Dios para hacer su voluntad, y se reduce a práctica de usanzas secundarias, que satisfacen más bien la necesidad humana de sentirse bien con Dios. Éste es el grave riesgo de cada religión, que Jesús individuó en su tiempo, pero que también se puede verificar, lamentablemente, en la cristianidad. Por tanto, las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy contra los escribas y los fariseos deben hacernos pensar también en nosotros. Jesús hace propias las palabras del profeta Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres» (Mc 7, 6-7; Cfr. Is 29,13). Y después concluye: «Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres» (Mc 7, 8).

También el apóstol Santiago, en su Carta, advierte acerca del peligro de una falsa religiosidad. Él escribe a los cristianos: «Pongan por obra la Palabra y no se contenten sólo con oírla, engañándose a ustedes mismos» (Santiago 1, 22). Que la Virgen María, a quien ahora nos dirigimos en oración, nos ayude a escuchar con corazón abierto y sincero la Palabra de Dios, para que oriente nuestros pensamientos, nuestras elecciones y nuestras acciones, cada día.

(Traducción: María Fernanda Bernasconi- RV).

Saludos del Papa en distintas lenguas tras el rezo del Ángelus

Como siempre, el Santo Padre, tras el rezo mariano del Ángelus, ha saludado en distintas lenguas a todas las personas presentes. Este es el texto de sus palabras en español.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. La liturgia de la Palabra de este domingo nos enseña que la verdadera sabiduría consiste en cumplir con sinceridad los preceptos de Dios, para con su ayuda crecer en el conocimiento y en la práctica de la virtud. Que a ejemplo de la Santísima Virgen seamos dóciles al Señor y tratemos de cumplir constantemente su voluntad, cueste lo que cueste, sin caer en el desaliento o la hipocresía. Feliz domingo.

Hablando en francés, el Papa se ha dirigido a los estudiantes y alumnos que, tras el periodo de vacaciones, están a punto de empezar un nuevo año escolar. El Santo Padre ha saludado también a un grupo de libaneses y ha expresado su alegría de poder visitar su país dentro de un par de semanas. (Audio) RealAudioMP3

Es hermoso y necesario aprender. Hacedlo desde el corazón. ¡Y que podáis descubrir también la alegría de la amistad! El tiempo para el deporte y para la recreación es importante, pero el tiempo para la familia y para Dios es más importante todavía. Vuestros padres y profesores deben alentar y encontrar el justo equilibrio entre ambas cosas. También doy la bienvenida esta mañana a los libaneses, les aseguro mi oración y les digo que estoy muy dichoso por visitar pronto su país. Os bendigo a todos con todo mi corazón.

A los peregrinos y visitantes de habla inglesa, el Pontífice ha dicho que el Evangelio de la liturgia de hoy nos impulsa a todos a una “mayor armonía entre la fe que atesoramos en nuestro corazón y nuestro comportamiento exterior”. “Por la gracia de Dios, podemos ser purificados por dentro y por fuera, para vivir integralmente nuestro compromiso con Cristo y su mensaje”.

El Papa ha proseguido hablando del Evangelio de este domingo también a los fieles de lengua alemana presentes en Castel Gandolfo. “En el evangelio de hoy -ha dicho el Santo Padre- Cristo habla de la verdadera pureza de corazón. No se trata de apariencias, sino de la pureza profunda, interior. Y ésta comienza en nuestras mentes. Las bienaventuranzas del Señor nos muestran el camino de la justicia para abrirnos a la gozosa comunión con Dios”.

Benedicto XVI ha dado la bienvenida, seguidamente, a los numerosos fieles y peregrinos polacos que llenan siempre el patio del palacio Pontificio de Castel Gandolfo. El Papa ha recordado que a partir del lunes, los jóvenes comienzan el nuevo año escolar y un nuevo año catequético. “Pido a Dios la luz del Espíritu Santo y los dones necesarios para todos los alumnos y estudiantes, así como para todos aquellos comprometidos en el estudio para que sea para ellos un momento de crecimiento en sabiduría y en la gracia delante de Dios y de los hombres”.

Y por último, el Papa ha dirigido un cordial saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los fieles de Aprilia y a los chicos de algunas parroquias de la diócesis de Verona y Vicenza. Ha saludado también a un grupo de cónyuges que están celebrando 25 años de matrimonio. A todos les ha deseado un feliz domingo. (ER – RV)


Fuente:

VIAJE DEL PAPA BENEDICTO XVI AL LIBANO: